En la madrugada del 25 ...
Kirk, como todas las grandes ciudades, no duerme nunca. Por la noche, solo se reduce el ruido ambiental. Pero jamás desaparece del todo.
Desde aquí, en capitanl Dylan no ha sacado ojo del "Santa Caterina IV". Es el pequeño navío que se encuentra en la dirección que hemos dado a Val Mokk. Los demás, permanecemos todos en guardia silenciosa. Por si vinieran visitas inesperadas. Visitas que no se hacen esperar, pero como es obvio, no vienen a nuestro barco, si no que abordan con toda la discreción posible el "Santa Caterina IV". Definitivamente el Ciego tenia razón, ese Val Mokk es un maldito capullo. Eso no puede acabar así. Que sus secuaces vuelvan con las manos vacías no es suficiente. Por suerte, el capitán Dylan sufre otro de sus ataques de orgullo avalonés y también decide no dejar las cosas así. Genial, esta noche nos vamos a divertir.
Al acecho, solo nos acercamos el Ciego, Dylan y yo. Desde mas corta distancia, se puede apreciar mejor que han dejado a tres matones vigilando el muelle, los demás, una docena, están dentro el barco. Junto con el capitán Dylan nos descolgamos por un lateral del muelle para poder salir por detrás de los 3 patéticos guardias que no verían ni a la gorda de sus madres montadas en un asno azul. Por ello mismo son reducidos sin resultar un problema y los dejamos tumbados junto unos barriles. Procurando que a lo lejos, parezcan un simple grupo de borrachos somnolientos.
Ahora somos nosotros quienes abordamos el barco. Dylan y el Ciego por la pasarela de acceso. Yo me doy un chapuzón y treparé por detrás del barco. El agua esta fría y el cuerpo se estremece, pero me siento a gusto en ella. Sin problemas a pesar del peso de mi peculiar "arma", consigo llegar hasta la popa. Para cuando consigo empezar a trepar por una de las mohosas cuerdas de amarre, puedo escuchar con claridad que el Ciego y el capitán Wolf ya han empezado la fiesta, sin mi. Presa de esa excitación previa a una contienda, me balanceo en la cuerda para saltar y trepar por una de las ventanillas laterales. El golpe seco de mis pies golpeando el casco del navío pasa desapercibido y no puedo evitar el impulso de darme la vuelta, satisfecha, para comprobar mi pequeño logro. Sin salir del cobijo de las sombras, entro en la cocina hasta colocar mi espalda junto la pared. Abriendo cuidadosamente la puerta, puedo ver por el rabillo como los cuerpos inconscientes y moribundos de los asaltantes, van cayendo por la escaleras de cubierta hasta formar una pila al final del estrecho pasillo. Desde aquí solo puedo ver sus pies, pero juraría que el Ciego se esta luciendo. Y pensar que la primera impresión que tuve de él. fue que era un afeminado.
El último de ellos landa un ahogado grito al aire antes de caer rodando para reunirse con sus compañeros.
El silencio no dura mucho, lo justo para escuchar los pasos de ambos capitanes descender hasta el pasillo. Cuando por el otro lado, aparecen 3 asaltantes mas. Aunque no se si han estado aquí desde el principio, a decir verdad, no les había visto. En una inesperada explosión de velocidad, se lanzan al ataque coordinados entre si y sin mediar palabra. El primero de ellos, repentinamente despega del suelo para dar un espectacular salto por encima del Ciego y plantarse a su espalda, los otros dos se sirven de la ligera desorientación del sub-capitán para ensartarlo a placer. El capitán Dylan Wolf no puede hacer mucho al respecto y se cierra a la defensiva ante las acometidas de sus atacantes, indudablemente mas habilidosos que la docena que yace tumbada al pie de las escaleras. Aprovechándome de su fijación en el capitán, consigo acercarme sigilosamente y retirar al moribundo Ciego de la escena.
Cuando salgo nuevamente de la cocina, la pelea se ha trasladado a cubierta. Subo los escalones de dos en dos hasta salir al exterior. Son tres contra uno y no por ello muestra compasión. Cargo contra uno de ellos por la espalda, cuando se da cuenta de mi presencia nada puede hacer para evitar que sus costillas crujan por el impacto de mi arma. Sorprendido y desorientado se da la vuelta hacia mi y arremete con furia. Es bueno, retrocedo sin éxito intentando evitar su veloz estoque hasta que me hiere levemente el muslo derecho. No puedo hacer mucho aquí, es mejor que yo, pero aun me quedan cartas por jugar. Doy media vuelta y salto por la barandilla de cubierta. Consigo calcular bien el salto y antes de caer al agua, me deslizo por segunda vez esta noche, a través de la ventana de la cocina. Mi perseguidor adivina mis intenciones y me sigue sin problemas en el acrobático salto. Entra por la ventana con la guardia perparada. Pero infravalora la inercia de 35 Kg de acero de mi arma. Aturdido, se recompone a pesar de los huesos molidos e intenta inútilmente devolver el ataque. El tipo sabe saltar y trepar muy bien, me pregunto se se maneja igual bajo el agua. Suelto mi arma para agarrarle por la espalda, con fuerza aprieto sus pulmones hasta que puedo oír sus tullidas costillas quejarse. Cabezados y patadas no me detienen y me lanzo con el por la ventana, esta vez si, para acabar bajo el agua. Se zarandea y patalea, intentando subir a la superficie, pero solo consigue agotarse mas aun. Cuando por fin desfallece, asciendo junto la protección del timón para retomar aire. El cuerpo de asaltante permanece inmóvil, pero aun vivo. Espero unos minutos hasta que los compañeros del lastre que mantengo a flote, se largan y lo abandonan.
Cuando consigo subir por el muelle, dejo al paquete tirado junto los demás. A la distancia se escuchan gritos de alarma. Es mejor que no me pillen aquí, prefiero no tener que da explicaciones. Voy a buscar mi arma, el Ciego y por el camino tropiezo con el cuerpo del fuma-hierbas. Cargada con cada uno de ellos sobre los hombros me escurro al interior de nuestro barco antes de que aun haya llegado nadie al "Santa Caterina IV"
(... Falta completar los últimos detalles...)
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