1 de octubre de 2007

Sesión V-A

Unas semanas mas tarde ...

En cuando dejamos atrás la isla de El Diamante de Sangre, aun no teníamos muy claro nuestro rumbo. La verdad es que poco me importaba en ese momento, solo quería descansar mi tullido cuerpo y no lo conseguí hasta haber hablado un buen rato con el Padre Diego. No saque mucho de provecho. Sin embargo, sentía malestar extraño y me sentó bien poder charlar de lo ocurrido con Filipa y estos últimos meses con alguien.
Oh si !, Lo olvidaba, los demás miembros de la tripulación, acordaron dirigirse a la isla de Oddis, en tierras Vendel. Mas concretamente a la ciudad de Kirk, que fue el hogar durante una temporada del Ciego. La intención es vender los diamantes que contenía el baúl y porque la flota Montagnesa aun no ejerce ningún control en esas aguas.

En una tranquila tarde de medianos de Corantine del 1.669

Aprovechando que hoy no hay mucho que hacer, todos estamos un poco a nuestro aire. Salvo Pierre, que le han prohibido hacer otra cosa que no sea limpiar la cocina tras haber sido hallada una rata en avanzado estado de descomposición dentro una cacerola.
Los James están agotando la paciencia de Thomas, que tiene muy mal perder en los dados. El capitán Wolf y el Ciego, nunca se que están pensando. Pero no hay duda de que el primero continua con sus permanentes elucubraciones alucinógenas. El padre Diego esta leyendo un libro mientras Don Juan controla el timón y rumbo. ¿ Y yo ? ... Estoy gozando de privilegiadas vistas e intimidad arrimada a lo mas alto del mastelero de juanete mayor. Nadie mas que yo se atreve a subir hasta aquí por el puro placer de trepar. Con una mar tan tranquila como la de hoy, es mas cómodo y estable de lo que parece.
Me tumbo boca arriba para observar el cielo, completamente despejado y el sol dominando en solitario el firmamento. Respiro hondo para sentir de nuevo el olor del mar y de repente algo se remueve en mi cabeza, como si fuera un déjà vu que lucha para conseguir un poco de protagonismo. Presa de un unos escrúpulos poco habituales en mi, miro de reojo hacia abajo para comprobar que nadie levanta la mirada. Finalmente desabrocho por completo mi camisa y vuelvo a dar rienda suelta a mi imaginación, a mis recuerdos.
No es la primera vez que hago esto, pero si la primera que lo hago sola. Con los ojos cerrados, casi puedo sentir sus manos ligeramente temblorosas. No es la primera vez pero también esta nervioso, solo somos dos críos jugando a ser mayores. Me mantiene presa sentado sobre mi vientre y yo hago como que me dejo someter. Mis recuerdos van recreando hasta el último detalle, sus ropas maltrechas por el día a día y su pecho bronceado también al descubierto, los dedos ásperos de trabajar y ese rostro anodino que ya no consigo recordar con claridad. Me siento reo por haberlo olvidado tanto tiempo. Susurrando, le pido perdón y le prometo visitarle mas a menudo. De repente, le oigo reírse con descarada sinceridad, tal y como él solo sabia reírse, con toda su alma - Joder Nicolette, siempre serás una blandenge -.

...

La piel me arde. Supongo que hace demasiado que estoy aquí, a merced del astro reí brilla aun con mas prepotencia que antes. Me maldigo a mi misma por ser demasiado boba y aun algo soñolienta me tapo de nuevo y desciendo a cubierta donde todo parece seguir el curso normal.


Día 25 de Corantine del 1.669

Kirk es una gran ciudad comerciante, con un bullicioso puerto que ocupa todo su ancho y donde el trafico naviero es un poco desconcertante. Tras las maniobras pertinentes, atracamos y nos disponemos a desembarcar, jubilosos y con ansias por sentar los pies en tierra firme una temporada.
Inesperadamente, el capitán Dylan nos detiene el paso. Desconfiado como es el maldito fuma-hierbas, teme por el baúl de diamantes. - Lo sienro, pero la tripulación no puede salir del barco hasta que hayamos tramitado la venta. -. Nuestros reproches y protestas caen en saco roto y la decisión tomada es firme. Afortunadamente por mi parte, a mi, me invitan a acompañarles. No sé si será por mis pantalones apretados, pero de ser así, los seguiré usando si esos son los privilegios que obtengo a cambio.
Mientras nos vamos, mis compañeros se asoman por cubierta con chispas de envida en los ojos. No puedo evitar la tentación de alejarme de ellos contorneando mi trasero por el muelle mientras les lanzo burlones besos de despedida.

Siempre había pensado que era una persona de mundo. Tengo buen Don para los idiomas. Pero últimamente, vayamos donde vayamos no me entero de nada.
El Ciego es quien marca el rumbo por las calles y callejones de Kirk. Parece que se las conoce como la palma de su mano. Nos conduce hacia las oficinas de un tal Val Mokk, menudo nombre. Por el camino y con sus habituales buenas palabras, vien a decirnos que es un jodido usurero e imbécil integral. Pero es la única persona con capital suficiente para poderse permitir el trato que vamos a ofrecerle. Para mis adentros intento hacer numeros, pero no se me dan muy bien. Se que los diamantes son caros, pero sabría precisar en absoluto hasta que punto.
La casa de Val Mokk deja claro que es un tío con pasta, pero con mucha pasta. Una mansión rodeada de extensos jardines habitados por exóticos animales. Con su ejercito de jardineros que trabajan todo el año para que todo este perfecto. También dispone de un servicio estirado y sin sentido del humor, que no se deja sobornar. Al menos no fácilmente. Una cuantiosa suma pasa de mano a mano a cambio de no tener que esperar a "pedir cita previa". Cuando finalmente nos conducen al despacho del Val Mokk se confirma lo que la casa ya venía diciendo a gritos desde fuera. El tipo esta podrido de dinero. Creo que incluso ese pisapapeles de su escritorio vale mas que todo mi salario de un año.

La charla entre el Ciego y Val Mokk se eterniza hasta tres semanas después del día del Juicio final. No me entero de nada, pero esta claro que discuten de muchos precios, ofertas y contra-ofertas. Todo eso mientras ojean esporádicamente enormes libros de contabilidad. De fondo, participando de forma mas o menos activa en el regateo, están varios de los ayudantes de Val Mokk. Un par de ellos hace rato que me miran por el rabillo del ojo. Al principio pensé que mi vestimenta mas bien vulgar, desentonaba con todo lo demás. Incluso el capitán fuma-hierbas va con su mejor chaqueta de la armada avalonesa. Pero ahora lo veo claro, que gracioso, me miran los pechos. No se porque, pero a veces me siento mas jugetona de lo normal. Hoy es uno de estos días. Presa de un soberano aburrimiento, no puedo evitar matar el tiempo jugando a acrecentar las fantasías de ese par de salidos.

Con un fuerte apretón de manos, la reunión se da por acabada tan inesperadamente como había empezado. ¡ Por fin !. Por la cara de el Ciego, no ha ido tan mal como se temía. Mientras salimos de su despacho, me resumen que mañana por la mañana, vendrán a nuestro barco para finalizar la transacción. Aparentemente nada extraño, pero hay algo que me pinta mal.
Cuando el capitán Dylan informa de la situación de nuestro barco al secretario de Val Mokk, le da un amarre incorrecto. Supongo que él también desconfía de la situación.

Por el camino de vuelta, me paso por una de las tabernas. Ahora me siento un poco culpable por las burlas hacia los compañeros de tripulación y creo que con media docena botellas de ron, me perdonarán. Si, seguro que si.

De nuevo en nuestro barco, las airadas quejas no se hacen esperar. Todos se alegraron por mi inesperado regalo de reconciliación. Pero nuevamente la dictadura impuesta por el fuma-hierbas y el cegato se interpone con puño de hierro. Teme por lo que pueda pasar y hasta mañana, solo nos permite descorchar una de las botellas. Bah !, con eso ni siquiera podemos humedecernos el gaznate. Al menos con la desafinada música de Richard, aun se puede salvar la tarde.


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